NO TODO ES NOVEDAD

Ricas y famosas, la otra cara de la realidad

“Las siguientes imágenes muestran escenarios reales. Los sujetos fotografiados están representados así mismos. Cualquier semejanza con la realidad no es una coincidencia”. Así comienza Ricas y Famosas de Daniela Rossell, casi como una advertencia o como una ironía. Hace un poco más de 20 años que se publicó este libro y desde entonces no ha dejado de causar muchas reacciones, y no es para menos ya que muestra una burbuja de riqueza y privilegio a la que pocas veces se tiene acceso y que ha contribuido a su mitificación. Esta serie de Rossell nos deja ver a personas adineradas (y a personas que trabajan para estas personas privilegiadas) en su hábitat natural. Un hábitat que no es real para la mayoría en este país (México). Y esta advertencia del principio creo que es poco atinada porque los escenarios de estos retratos parecen sacados de una pintura surrealista o de montajes chapados en oro falso, de puestas en escena estadounidenses. Aunque desde ciertas realidades se ve con normalidad esta forma de vida ajena a casi toda la población. Al rey no le gusta que se burlen de él (al menos no cualquier bufón de su corte). Creo que las personas retratadas (las que no son trabajadoras domésticas) tenían expectativas distintas a lo que se convirtió esta serie finalmente, que más allá de un trabajo que las enalteciera, tipo revista Caras, se volvió una mirilla a un mundo inalcanzable e inverosímil para la mayoría. Que raya en lo grotesco, obsceno y ridículo. Tal vez por eso no les gustó a muchas de las personas que salen retratadas. No por las fotos en sí, sino por lo que causaron estas fotos una vez reunidas en un libro, formando un conjunto expositivo, generando una narrativa.

Daniela Rossell, Untitled (Ricas y Famosas), 1999
Daniela Rossell, Untitled (Ricas y Famosas), 1999

Este es un trabajo etnográfico inédito que evita un choque cultural en términos antropológicos, porque la fotógrafa pertenecía a esta comunidad, podríamos ir más allá y decir que es un reflejo palpable de lucha de clases. Es una serie que muestra la ostentación más abyecta en la cual la acumulación y la extravagancia no tienen un límite. Los escenarios neobarrocos muestran objetos de todo tipo y sin ningún orden o sentido alguno: animales disecados, sábanas de seda de colores chillantes, jarrones de todo tipo, símbolos religiosos (católicos, budistas, hinduistas…), oro, arte moderno y contemporáneo de cuestionable gusto, peluches, autorretratos (muchos, muchos autorretratos mal logrados, haciendo un culto de sí mismos, que suena a precursor de Instagram, por ejemplo);un cráneo de dinosaurio y almejas/cama. Todo esto hace del libro de Daniela Rossell un cóctel complejo en un sentido estético y social.

Uno de los retratos que más me sorprende de esta serie, es uno en el que una mujer con un peinado abultado y perfecto está sentada en la mesa de cristal y no en lo sillones que están a su alrededor, como rebelándose a las convenciones, viendo retadoramente a la cámara, vestida con un traje rojo, que combina con una pintura de Emiliano Zapata en el fondo. A un lado de esta pintura se encuentra una trabajadora doméstica, limpiando una escultura que aparenta ser de plata. 

Daniela Rossell, Untitled (Ricas y Famosas), 1999
Daniela Rossell, Untitled (Ricas y Famosas), 1999

“La tierra es de quien la trabaja” dicta una de las frases más conocidas del revolucionario y que sabemos que no es así (casi nunca). Las personas que hacen la limpieza son figuras fantasmales en las fotos, siempre en un rincón o a la sombra. A excepción de la foto que cierra el libro, en la cual vemos al staff de una casa que asciende a 40 personas. ¿Cuántas casas en México pueden tener esta cantidad de personas a su servicio? ¿Cuántas personas pueden pagarlo?

No sé sí creer que Rossell no pretendía hacer una crítica a la burguesía o mostrar los contrastes de las realidades. Sería ingenuo pensar eso, pero me hace dudar en los agradecimientos como si no se enterara de lo que este proyecto implica: “Muchas gracias a todas las personas que me abrieron sus puertas… y dejarse fotografiar entre sus pertenencias… Este proyecto se dio gracias a un grupo de conocidos que se fue expandiendo” Como mencionaba arriba era Daniela una de ellas. ¿Buscaba hacerse un harakiri al criticarse a ella misma? ¿Fue inconsciente esta pulsión de autodestrucción o autocrítica corrosiva? Tal vez vemos lo que queremos ver desde nuestra “mirada disidente” y en realidad fue sólo un proyecto que se salió de las manos de la autora. Pero hizo lo que pocos artistas han hecho, que es consagrarse con una única serie y que, seguramente, seguirá vigente por su importancia como documentación de un mundo de contrastes y desigualdades. De crueldad (en parte por la tradición y gusto de la cacería) y lujo, del dominio de las mismas familias que se han perpetuado en el poder. Estas fotografías no sólo son para hacernos reír por lo banal y hasta kitsch de lo que muestran, sino que sobre todo son una muestra de los abismos económicos que nos separan. No puedo evitar pensar en los “nuevos ricos” o en la cultura del narcotráfico. Son personas que tienen el dinero, pero sin tener mucha idea en qué gastarlo o cómo gastarlo y se inclinan por lo llamativo, por lo chillante, por lo más caro que no es sinónimo de elegancia ni de calidad, por lo que brilla y lo que pesa. Como si la sobriedad o la discreción mermara su FAMA y su RIQUEZA. Asumo que lo que les molestó a los retratados no fue que se mostrará su poco gusto sino su nula (o casi nula) cultura.

Al final este libro sí muestra fotos reales, como escribe al principio Rossell, pero son reales de un mundo inhóspito, hermético, excesivo, exuberante y turbio.