No estoy muy segura de que la humanidad tenga un futuro muy largo, y tal como van las cosas tampoco tengo muy claro cómo seremos ni los hombres ni las mujeres ni cuáles serán nuestras relaciones sociales, económicas ni afectivas. Lo que sí tengo claro es que el pasado está construido en una enorme parte por las mujeres. Y no, no pienso en el papel de la mujer como madre y cuidadora, lo que hoy se llama kinkeeping. Me refiero más exactamente a que si buscamos un poco más en profundidad en cualquier actividad humana, desde la investigación a la antropología, las artes visuales, las ciencias, el conocimiento y el desarrollo en general, enseguida encontramos mujeres importantes, mujeres esenciales para que hayamos llegado adonde hoy nos encontramos. Mujeres desconocidas. Y desde luego la literatura no es una excepción, y lo que es más sorprendente aún: la ciencia ficción tampoco lo es.
El planeta de las mujeres invasoras (1966), dirigida por Alfredo B. Crevenna.
Hace ya tiempo que se discute sobre si la escritura literaria de la mujer, es decir su capacidad de inventar situaciones y lugares y de trasladarlos a la narración, es similar a la del hombre; se añade que los grandes temas son tratados por los hombres, mientras que ellas (nosotras) estamos más implicadas en narrativas afectivas, subjetividades cotidianas. Vamos lo de siempre, que pensamos y contamos el mundo cercano, lo íntimo, lo cotidiano y menor, mientras que los hombres tienen entre sus objetivos las grandes narrativas. Así, se nos informa una vez más de que el Quijote, el Ulises, 100 años de Soledad …han sido escritos por hombres, reescribiendo una vez más una historia a la que resulta cada día más obvio que le faltan muchas páginas que alguien ha arrancado. Este argumentario ya no se sostiene aunque siga estando presente en debates y textos supuestamente teóricos.
Tal vez lo que quieran decir y no saben cómo expresarlo (los hombres) es que los mismos temas son tratados desde perspectivas muy diferentes por un hombre y por una mujer. No se trata del tema, del hecho narrado, sino desde donde se narra, de cómo afecta al narrador, de que es más importante que contar, y de la absoluta centralidad de cómo se cuenta. Una vez más la forma resulta ser el contenido.
Todo esto es la primera idea que surge leyendo los cuentos de la trilogía “El futuro es mujer”, una antología de cuentos de ciencia ficción escritos por mujeres, a lo largo de más de cuatro décadas en el siglo XX. Veinticinco mujeres autoras de cuentos de ciencia ficción, todas ellas norteamericanas y todas ellas reconocidas en el sector como grandes escritoras. Las pioneras de una literatura underground que hoy está detrás del cine y ese gran negocio de las series. La selección y el prólogo están a cargo de Lisa Yaszek, experta en ciencia ficción y profesora de Estudios de Ciencia Ficción en la School of Literature, Media and Communication de Georgia Tech, en Estados Unidos. Su trabajo se centra en recuperar autores y expertos perdidos en la historia de la SF (Science Fiction) y de descubrir nuevos valores. Y sus intereses centrales son las relaciones de género, raza, ciencia y tecnología en los medios de comunicación. Esto traducido a la SF es el análisis de cómo esté gènero literario (con una importantísima proyección en el cine, la literatura, y los medios) tratan las relaciones entre especies diversas, y de ver cómo la idea de raza y de gènero en un futuro no necesariamente distòpico se presenta en sus obras.
Regina Torné en “Blue Demon y las invasoras”, en la imagen de la portada de Almadía
De los tres libros que forman la obra hasta el momento solo se han editado los dos primeros volúmenes, y realmente significan una lectura muy interesante y enriquecedora. Debería haber empezado diciendo que soy una gran aficionada a la literatura de ciencia ficción, mucho más que al cine que se suele producir sobre el mismo tema. La literatura ofrece unas propuestas mucho más interesantes, diversas y originales, que no tienen la violencia y la destrucción, la aniquilación ni el enfrentamiento criminal y destructivo de los planetas entre sí, ni la existencia de la ciencia como un arma de destrucción masiva. Y esto se ve claramente en todos estos cuentos que desde unas sensibilidades y estilos muy diferentes nos hablan de un futuro no tan diferente en lo profundo al presente, de la importancia de las relaciones con otros mundos, con otros seres, con otras especies y de los problemas que pueden derivar de ello; de las enfermedades, contagios y derivas de un futuro marcado por la previa destrucción del mudo que conocemos; de los viajes y las colonias en el espacio exterior. Nos hablan del miedo a lo desconocido y muestran una gran variedad de respuestas a esa curiosidad y muchas opciones diferentes de cómo podría ser. Pero aquí no solo se trata de luchas por el poder y la riqueza, ni siquiera por sobrevivir en hábitats extraños. En estas narraciones sigue latiendo la vida humana, hay deseo, inteligencia, existe la familia (muchas diferentes familias) amistad y lealtad, también envidia y cobardía. Todas las debilidades y grandezas de los humanos siguen apareciendo, y también aparecen sentimientos paralelos en las especies de otros mundos. Esos “mundos alternos” que finalmente habitan ya en cada uno de nosotros mismos.
No voy a dar aquí un listado de cuentos ni de nombres de autoras, por otra parte todas básicamente desconocidas. Eso y mucho más que esta aproximación básica la pueden encontrar en los libros, cuya lectura me parece esencial para cualquier lector curioso, no solo para los aficionados a la SF, sino para cualquier lector. Las autoras presentan prácticamente todas una serie de denominadores comunes: todas son mujeres de clase media, algunas con educación superior pero otras con una educación más básica. Algunas profesionales, pero todas pertenecen y, sobre todo forman, familias de clase media a lo largo y ancho de todo Estados Unidos; todas se casan y tienen hijos, muchas se divorcian o enviudan; y todas realizan su actividad de escritoras como otras amas de casa pueden dedicarse a hacer tartas de zanahoria, en los ratos libres. A veces lo apartan para retomarlo cuando los hijos han crecido, cuando han enviudado.
Son mujeres como cualquier otra de su época y situación social. Lo que se denominaría como normales. Sin embargo todas ellas han escrito multitud de historias, cuentos, novelas, guiones. Incluso hay algunas con carreras profesionales muy destacadas, con películas que han llegado a emitirse en las cadenas de TV tradicionales (personalmente he visto una “The People”, de Zenna Henderson); otra de ellas, Leigh Brackrett, participò en el guión de la película dirigida por Lawrence Kasdan en 1980 El Imperio contraataca , de la saga de La Guerra de las Galaxias. No se trata de aficionadas, todas ellas han ganado precios internacionales, han sido homenajeadas, y han publicado una increíble cantidad de textos. Y recordemos que hablamos de unas décadas que van desde los años 40 hasta los 80 finales. Hay que saber que son años en los que la relación con el espacio exterior era arcaica, la ciencia un enigma aún mayor que hoy y era básicamente la imaginación la que hacía todo el trabajo, y sin embargo en la base de todos estos cuentos hay una base científica, no son locuras impensables, muestran estructuras narrativas lógicas, con las variantes de estilos y temáticas. Cuando hablamos de SF hablamos de ficción basada en elementos científicos, no en historias para no dormir, ni en fantasmas ni enanitos verdes.
Una parte esencial para esta increíble proliferación de escritoras y de la calidad de sus textos radica en la tradición de las revistas norteamericanas, y no solo las culturales o literarias, de publicar en todos sus números cuentos, narraciones inéditas, de autores conocidos o novatos. Todas estas escritoras se han curtido en revistas de SF especializadas, y en otras de literatura o de temas generales. No olvidemos que hasta el Play Boy ha publicado cuentos de escritores muy destacados, y que esa es una escuela y una práctica inigualable, porque no se publicaba cualquier cosa, se exige calidad e interés. Y ahí se han curtido todas estas escritoras.
Santo vs. las mujeres vampiro (1962) , dirigida por Alfonso Corona Blake
Entre todos estos cuentos cada lector encontrará sus favoritos, los más enigmáticos, los mejor escritos, los más originales. Pero en todos hay algo esencial, algo que efectivamente no es lo habitual en esta narrativa cuando es ejercida por los hombres. La forma de mirar a los animales, de hablar del deseo, satisfecho o no, de las relaciones personales, del abuso, de la discriinacion, de la familia, de la vida real, choca frontalmente con la tradición sobre todo del cine de SF, basado en a violencia y el miedo. Es cierto que hoy en día los guiones de algunas series y películas profundizan en aspectos más allá del espacio y el miedo, más allá de Alien y las guerras galácticas. Pero aquí, en estos cuentos de mediados del siglo pasado está todo y más, mucho más,de lo que hemos visto en el cine, de lo que hemos leído en la literatura de SF.
La edición y traducción de los textos corre a cargo del colectivo Falsos Amigos, que realizan una traducción colectiva y se podría decir que colegiada o desde algún punto de vista un tanto asamblearia, una estructura y funcionamiento sin duda admirable, pero creo que en este caso no de un gran valor literario. Al leer los cuentos hay momentos en que la brillantez de la trama, la delicadeza de lo contado, no encaja con el lenguaje ni la forma en que se narra.Ese es el ùnico “pero” que le puedo poner a esta trilogía, de la que ya estoy esperando el tercer volúmen, una droga anual que no sólo no perjudica sino que nos ayuda a comprender que hay otros mundos, pero que como siempre, todos están en este, al menos por el momento.
Selección y prólogo de Lisa Yaszek
Traducción: Falsos Amigos
153 páginas
Editorial Almadía, 2022 y 2024.
Ciudad de México. México.
Otros libros de esta editorial en nuestra librería:
- La polca de los osos de Margo Glanz
- El vertigo horizontal de Juan Villoro
- Mudanza de Verónica Gerber Bicecci
- Tres animales que caben en el agua de Isabel Zapata