
No hace tanto que en los colegios se usaban los “Manuales de urbanidad”, o el “Manual de la buena Ama de Casa”. Eran libros con las reglas más normalizadas, los usos sociales, necesarios para desenvolverse en sociedad. Desde un nivel cotidiano al nivel Dios, a las clases más altas. Una especie de pioneros de la autoayuda. Desde como saludar a las personas mayores, a la familia, hasta como vestirse para ir a misa. Y a las mujeres, a las niñas y adolescentes, la instrucción por supuesto incluía desde cómo poner la mesa hasta como recibir a tu marido cuando regresaba del trabajo. Consejos que, a la mayoría de la población, su familia no podía darles pues a ellos tampoco nadie se les había dado, ya que su origen social, económico y cultural no los hacía necesario. Pero el mundo cambia, y la niña pobre de ayer mañana podría ser una esposa de clase media, o una secretaria competente, o incluso algo más. Entonces necesitarían saber cuántas cucharillas hay que tener en una mesa bien puesta. En España todavía se dice de alguien capaz de ir a cualquier parte que “sabe comer con todos los cubiertos”, en una clara distinción de quien tiene una buena educación social y quien no.