“Víctor del Río hace una aproximación interdisciplinar al paisaje a partir del concepto de mitología material”
Podría comenzar esta reseña con la afirmación de que Víctor del Río tiene un acendrado interés en lo sobrenatural. No es que quisiera decir con ello que del Río sienta fascinación por el espiritismo, los milagros, la reencarnación, los hechizos, las posesiones diabólicas y este tipo de asuntos, pero sí caracterizar un fenómeno que la ciencia es incapaz de explicar. De hecho, para calificar dicho fenómeno, el paisaje, alguien tan autorizado como Alain Roger no duda en usar el vocablo «sobrenatural» en su forma gramatical adjetiva. Lo hace en su Breve tratado del paisaje para subrayar que el paisaje es sobrenatural porque nunca es reductible a la naturaleza. Pero ocurre que no sé qué cosa es esta, la naturaleza, y, por tanto, evitaré meterme en tamaño jardín para comentar este estupendo libro de nuestro historiador del arte.
No es fácil usar utillaje analítico de disciplinas ajenas para mejor abordar con la propia el objeto sometido a examen. Pero del Río ya ha acreditado al efecto su pericia en libros como, entre otros, La pieza huérfana. Relatos de la paleotecnología, y lo hace ahora con auxilio de la semiótica de la cultura, la fenomenología, la antropología, la teoría de la imagen, la filosofía y la geografía cultural. En su momento Paolo Fabbri nos advirtió que experimentamos un «recalentamiento semántico del planeta» y, desde luego, la noción de paisaje no es ajena a este proceso entrópico que hace que cada vez resulte más difícil abrirse paso en el pensamiento. Por si fuera poco, como tan rotundamente muestra el Postaler de Perejaume, artista al que el autor se refiere con admiración en estas páginas, el paisaje es el resultado de reenvíos especulares entre el territorio y su contemplador, que proyecta en él las emociones que le suscita. Y ambos, noción y experiencia del paisaje, están siempre expuestos a la afección del tiempo con todo lo que ello comporta. Por lo demás, la historia del arte lleva en su seno casi desde el principio el virus de la esclerotización a causa de una academia secuestradora de significado. Por ello necesita, como desde Warburg hacen sus mejores exponentes, revigorizarse continuamente con dosis adecuadas de otros saberes. Del Río, como ya he apuntado, lo hace y confronta el paisaje, fenómeno tan evanescente como irrefutable para la percepción moderna, mediante la condensación de su ímpetu transdisciplinar en un concepto de resonancias bachelardianas: mitología material.