Vincent van Gogh (1853-1890), Mujer campesina encorvada, vista desde atrás, 1885, tiza negra sobre papel, 52,5 x 43,5 cm. Otterlo, Rijksmuseum Kroeller Mueller.
Al leer Diferenciando el canon. El deseo feminista y la escritura de las historias del arte de Griselda Pollock es fácil, casi natural, situarse en el espacio de reflexión que crea. Como en el resto de sus obras, su tono didáctico —extendiendo cada reflexión para mostrar todos los pasos y posibilidades, y explicando cada concepto— es el punto fuerte de su estilo narrativo y, de una manera más profunda —poco común en la teoría de arte—, permite comprender las complejidades y contradicciones de los temas que trata, en este caso la discriminación consciente y reiterada de las mujeres artistas en el canon de la historia del arte. A través de ámbitos teóricos aparentemente tan diferentes como el psicoanálisis (apoyándose en autores como Freud o Julia Kristeva), los estudios fílmicos (Laura Mulvey), la deconstrucción (Sarah Kofman) o la semiótica (Roland Barthes, Mieke Bal), entre otros, Pollock elabora una nueva visión “diferenciadora” que se introduce dentro de las grietas del canon masculino, heterosexual y blanco y, finalmente, encuentra un lugar desde el que ubicar y expandir el movimiento feminista.
La importancia de su pensamiento se puede ver en el interés creciente en traducir y estudiar sus ensayos y teorías. Publicado originalmente en 1999, este libro se sitúa —o funciona como nexo de unión fundamental— entre Maestras antiguas. Mujeres, arte e ideología (1981), escrito junto a Rozsika Parker, y Encuentros en el museo feminista virtual (2007). De esta manera, Diferenciando el canon cubre en España el vacío entre el cuestionamiento inicial del sexismo en el arte desde una perspectiva social de 1981 y la historia del arte como un territorio dialéctico en el que las imágenes son mediadoras y permiten volver a pensar las temporalidades de 2007.
Este texto plantea lo que para Laura Trafí-Prats, en la introducción a Encuentros en el museo feminista virtual, es la principal aportación de Pollock a la teoría feminista del arte y la relación entre la modernidad, el feminismo y la representación: “La conceptualización de una corporalidad femenina que se mueve de la materialidad (la tela y el tacto) hacia lo Simbólico (la palabra y el pensamiento) buscando posibilidades de significación cancelados por el orden fálico”.